23 de marzo de 2010

Retazos de un recuerdo

“Querido amigo:

…Te doy las gracias por preocuparte por mí, sobre todo en estos momentos…Ocurrió hace ya unos meses, pero ya sabes que en estas cosas lo malo se queda amarrado dentro hasta no se sabe cuándo. Ojala hubieras estado aquí para haber tenido con quien hablar…

Vivíamos juntos, compartiendo aquellos momentos en los que me interesaba por aprender de sus enseñanzas y tocar la belleza de lo fielmente unido. Recuerdo muy bien cuando sonreía desde arriba y me decía: cuando crezcas y pasen unos años seré yo quien mire hacia arriba. Él sabía desde entonces que algún día dejaría de ser una niña, pero parecía que no le daba miedo, por lo que siguió a mi lado. Su personalidad era impenetrable, y aunque nunca llegué a entenderla, lo quería, y también lo apreciaba tanto como mi forma de llamarlo permitía y englobaba: papá.

La vida nos resonaba bonita y cotidiana. Mis ideas siempre tendían de sus ideas y mi pensamiento y orgullo en la sangre, defendían con uñas y dientes lo que él divulgaba y afirmaba con tanta seguridad. Cuantas disputas, amigo, tuvimos por eso. Hablábamos de lo que nos contaban, sin conocer a penas el mundo que nos rodeaba. He crecido y creo que hasta he madurado. Ahora comprendo cosas que antes no comprendía, como esa frase que decía que el tiempo desordenaba nuestras vidas a su antojo. Esta vez le ha tocado el turno a mi vida, ¡vaya descontrol!

Mi vida fue un caos, por eso tuve tanto tiempo para pensar, o mejor dicho, para observar. Por entonces me volvía a fijar de nuevo en él. Lo veía correr, entre tanto bullicio y bandos opuestos, dirigiéndose más al corazón que al pensamiento y absorbiendo cada posible engaño en un odio comprensible. Aunque siguiera corriendo se rendía siempre, a cada paso, a cada zancada, se derrumbaba y volvía a correr. Tantas veces lo vi caer…y llorar como un niño enamorado o un hombre necesitado. Palabras que se contrariaban, que se aplastaban unas a otras por el único precio de ganar, invadían mi limitado espacio.

Vi pasar una y otra vez, como el continuo rumor de los recuerdos, los pasos que me abandonaron. Parecía un acto inútil y tal vez quién sabe, cobarde. Grité, levanté la voz todo lo que pude y le suplique como si fuera un susurro, que no me abandonara. Supuse que en ese momento él también gritaba por mí. Pero ni uno ni otro conseguimos entendernos. Él siguió adelante y yo me senté de nuevo…”

(Extracto de una carta, Granada)

4 comentarios:

  1. Extracto de una carta... una carta triste, más de esperanza. Un extracto que refleja lo que tu alma anhela. Quizás aún te quede un largo camino por recorrer... pero para lograr volver a los comienzos debes contar con esa fuerza motora que es la ilusión y la fe. Ánimo, pequeña.

    ResponderEliminar
  2. La vida siempre es un caos y un descontrol. Nos empeñamos en darle un sentido, pero realmente no lo tiene. Por eso necesitamos a otras personas a las que querer y en las que apoyarnos. Eso no nos convierte en covardes.
    Fdo:Creo que ya sabes quién

    ResponderEliminar
  3. Pequeña, he vuelto a leer por segunda vez tu carta. Se me ha puesto la piel de gallina. Podría decirte lo bien que está y decirte que si algún día necesitas hablar con alguien, estoy aquí, pero eso ya lo sabes.

    ¿Sabes? Creo que las personas no nos abandonan, o quizás sí. No sé si la intención de quien nos abandona es dejar de formar parte de nuestra vida o, simplemente, lo hace porque no puede ver más allá de su propio mundo construido a partir de su ego. Sea como fuese, el proceso te ha hecho más madura y más fuerte. Duele, sí. Pero, sorprendentemente, yo le puedo sacar el lado bueno a esto.

    Te quiero.

    ResponderEliminar
  4. Siento el plagio pequeña. No quise. FUe que lo escribí un rato después de leer el tuyo e inconscientemente lo escribí. Quería editarlo pero no sé cómo. Si me dces la manera, lo cambio. Prometido ;)

    ResponderEliminar