La
historia despreocupada que olvidó terminar
Drama en un acto con
una sola escena y un prólogo
Personajes:
EL
NUMEN
LA
VATE
Prólogo
(Aparece el narrador en escena,
delante del telón cerrado)
Lo
siento mi público, si en mi intento descarado de haceros llorar o -siendo un
poco menos ambiciosa- de haceros frágiles, os traigo el tiempo. ¡Que hasta el siempre eterno sabe de la congoja del
paso y su escueta caricia! Pero claro está, que también es bien sabido, por los
que ahora formaran esta escena, que la poesía que quiere comer lunas no siente
al tiempo. La historia que he venido a contaros, mi público, acabó comiéndose
el firmamento con sus lunas y sus estrellas, ¡y hasta el esqueleto de los
planetas! Os pongo en sobre aviso, para que más tarde no me culpéis de vuestra
sorpresa por toparos con el amor de La vate y El numen. Un amor que nace de una
herida y ya jamás termina. Me hago mayor, mi público, y son muchas las
historias que he inventado, y como todas las demás, ésta comienza pensando… Piensa
El numen en su desnudo, ataviado del sudor y el peso del desnudo de La vate. El
cuerpo que no mira. La mirada eterna que penetra. El que tiembla y la que
tiembla respirando en agonía. Del impulso que mueve para ser movido. Como si La
vate y El numen fuesen a morir desnudos. Mi público, no temáis por ellos, ni
por sus cuerpos, ni por sus almas, pues ya ni tan siquiera palpitan si uno no
es con el otro y el otro con el uno. Las palabras fueron el preludio, y luego
vino la música y más tarde el movimiento, quiso entonces la vida, inquieta y
nada comedida, volver fugitiva a la soledad. Pensó la vida, que mientras la
soledad estuviese castigada en su propio vacío, a La vate y a El numen todavía
les quedaría el sueño. Y por todos es bien sabido, que en el sueño, las poesías
se escriben sin la premura y sin la espera, porque el veneno onírico altera al
tiempo y a su propio estado, y hasta el paso deja de existir.
(El telón se abre
lento, sale el narrador de escena)
Acto primero
Habitación vacía.
Paredes blancas. No hay puertas, ni ventanas. Una luz artificial blanca invade
la habitación vacía por partes iguales. Toda la escena refleja un vacío que no
es frío ni cálido. La vate y El numen sentados en el centro de la escena, con
sus espaldas apoyadas en la pared del fondo de la habitación, mirando al
público. A la derecha, él. A la izquierda, ella. Entre ellos el espacio es de
apenas un palmo. Viste La vate un vestido blanco hasta las rodillas y El numen
una camisa y pantalones largos también blancos. En cada una de las dos esquinas
del proscenio habrá un proyector que apunte a la pared del fondo, en principio
apagados. Los personajes aunque hablen entre ellos, siempre lo harán mirando al
público hasta que se indique lo contrario.
El numen: (Grita)
¡Será
esta noche!
La vate: (Intrigada, acelerada e inocente)
¿Esta
noche? ¿Qué va a pasar esta noche? ¿Dejarás abierta la ventana para que la Luna
repleta nos mire fatigada? ¡Cómo adoro que la luz blanca nos toque mientras nos
tocamos!
El numen:
No,
no es eso, además ¡la Luna aún no es entera! Esta noche, cuando tú duermas y yo
esté dormido, al fin lo haremos. Tú me regalarás tu sueño y yo te regalaré el
mío.
La vate: (Sorprendida)
¿Pero
eso puede llegar a suceder? (Pausa) ¿Seremos
capaces de hacerlo? Mira que el cansancio nos puede… ¡y más cuando la noche se
hace oscura, muy oscura, y llega pronto la mañana!
El numen:
Debemos
estar atentos para cuando caigamos inconscientes, poder agarrar con fuerza la
enrabietada razón (cierra la mano como
apretando el aire) Entonces, si te acordaste de no encajar la puerta, te
buscaré y haré de esa cuarta pared un espacio vacío, para que tu cuerpo y el
mío puedan pasearse entre un lado y otro del sueño. No te hablo de un acto de
magia, yo prefiero llamarlo paralelismo. Caminar en la misma dirección, ¡entre
los pensamientos al azar, los recuerdos del pasado y la imaginación del deseo! Pues
todo eso es lo que al fin y al cabo nos mantiene dormidos.
La vate: (reflexiva)
Pero
algo falla en esta teoría tuya de introducirnos mutuamente en nuestros sueños, ¿cómo
sabré que eres tú y no tu sueño cuando me hagas compañía? ¿Cómo sabremos
entonces si seguimos soñando o ya hemos despertado?
El numen: (Se
levanta y se dirige al proyector de la derecha de la escena, lo enciende y al
momento se proyecta la imagen de una cama en el lugar donde los dos estaban
sentados, él vuelve a su sitio, y la proyección de la cama le cubre los
cuerpos)
¡Eso
qué más da! (se giran para mirarse a los
ojos mientras El numen acaricia el brazo de La vate y La vate lo mira con
atención) No quiero que el tiempo me haga absorber el olvido. No quiero,
cuando ya esté sólo (con voz apagada y
como hablando a otra persona) pronunciar para mí mismo: ¿cómo eran tus
ojos? Tiempo, ¿qué has hecho con su mirada oscura en mi memoria? No podría aceptar
que mis ganas se volviesen impasibles ante tu despedida. Cuando llegue el día y
despierte, y tú te hayas ido ¿qué pasaría si tu piel no llegase a permanecer en
la mía? ¡volver a verte sería un suicidio! Al mirarte ya no te reconocería, sería
como si ya no existieras, como si mi cabeza lo hubiese inventado todo y
nuestros encuentros hubiesen sido imaginarios. Así pues, en mi teoría, yo
prefiero la confusión onírica.
(La vate se levanta
lento y se dirige hacia el proyector que hay a la izquierda de la escena, lo
enciende y en al momento se proyecta junto a la cama, a la derecha d la escena,
un poco más arriba, una ventana con la Luna creciente en el fondo y una tenue
luz blanca que ilumina la oscuridad del cielo. Ella coge una sábana que hay
allí mismo y vuelve junto a él)
La vate: (cariñosa le acaricia la cara y lo empuja con su propio cuerpo a recostarse
en la cama proyectada. Habla en un susurro)
¿Lo notas? Esta es tu piel y la
mía. Y ésta (se detiene a besarle, es un
beso largo) ésta es mi manera de besarte, como acostumbro: un beso largo
que termina con un beso más corto y una sonrisa. ¿Y sabes por qué sonrió?
Porque presiento que está cerca el momento en que nuestros cuerpos suden y yo
grite, desesperada, ¡y hasta en la calle nos envidien! Y cuando ya no nos
queden fuerzas ni para pensar más que en ese esquivo roce, amor te doy mi
cuerpo porque ya yo ni lo siento, que no sé si vuelo o es que ya no existe el
suelo. (La vate toma la sábana y bajo
ella quedan los dos personajes. El numen se abraza a La vate y apoya la cabeza en su pecho. La vate comienza a cantar en voz baja una nana de Federico García Lorca, hasta que los dos caen dormidos)
¡Ay caballo grande
que no quiso el
agua!
¡Ay dolor de nieve,
caballo del alba!
¡No vengas! Detente,
cierra la ventana
con rama de sueños
y sueño de ramas.
Mi niño se duerme.
Mi niño se calla.
Caballo, mi niño
tiene una almohada.
(La luz de la
habitación se atenúa y sólo queda iluminada la ventana proyectada. Poco a poco
la Luna crece hasta hacerse repleta. Entran rápido, por la derecha y la
izquierda de la escena, diez personas vestidas de marrón como la tierra, y se
mueven en todas direcciones de la habitación. Vuelve la luz en la estancia,
esta vez intermitente. El numen y La vate despiertan asustados. Se levantan y
La vate atropellada por la gente, desaparece entre la multitud)
El numen: (asustado
grita)
¿Dónde
está mi amada? ¿Dónde ha ido que no la veo? ¡Despierta! (se grita a sí mismo mientras nervioso se mueve rápido por el espacio)
¡Frívolo tiempo, astuto tiempo, no me la quites, no me la quites por favor,
déjala conmigo!
(Las diez personas
de pronto van saliendo con orden, una detrás de otra por el lado izquierdo de
la escena y dejan sólo a El numen, La vate aparece tras la fila de personas con
un vestido rojo como la arcilla y corre hacia El numen cuando lo ve en el
centro de la habitación. Pero cuando él la mira, ella se detiene y lo mira
extrañada)
El numen: (incrédulo
y hablando lento para entender lo que ha sucedido, para entender que el tiempo ya ha pasado)
Hoy
ya es una noche fría y la Luna (pausa, mira
a la ventana proyectada donde esta vez sólo se ve oscuridad) está vacía. Parece
la misma noche, pero aún así es distinta.
(El numen y La vate
hablan nerviosos casi al mismo tiempo, hablan muy rápido y no se escuchan)
El numen: (desconcertado)
Me
quedé sólo
La vate:
He
pensado en ti cada día
El numen:
Aquella
noche debí romper algo porque cuando me dormí tú ya no existías
La vate:
¿Tú
también sigues nervioso? ¡Me tiemblan las piernas y hasta la agonía!
El numen: (mira
a su alrededor)
Este
lugar está hecho para ser feliz, lo serás
La vate:
¿Y
si te beso me morderías?
El numen:
(se toca el pelo y dice con dulzura)
Me
hago viejo y tú aún sigues siendo una niña, no has cambiado nada
La vate: (grita
desesperada a la cara de El numen)
¡Ya,
basta! (acercándose a su oído susurra) ¿Vendrías
a ver conmigo la vida?
Telón lento
Fin del drama
Al amor
(Numen: inspiración del poeta
Vate: poeta)