- Es imposible que dos cucharas puedan abrazarse. Es imposible.
¿Abrazarse por la espalda? Sí, puede ser. Pero, si las cucharas jamás
consiguiesen mirar justo en el momento del abrazo ¿no es como si nunca se
hubiesen abrazado? Es imposible, y la
disposición física así lo determina.
- No, tú no sabes nada.
-Sé que engarzando mis recuerdos,
tan escurridizos y ensimismados, no ha quedado espacio para más instantes, para
más sospechas o para más tentaciones. Observo con recelo mi desconsuelo que se
agarra aquí, en la nuca, ¿ves?, justo aquí. Estoy a medio camino entre el drama
y el error, ¡qué indiferencia!
-No, no, tú no puedes saber nada.
-Sé, al menos, que las
circunstancias me han esquivado, rodeado y acorralado. ¡Hasta creí espectacular
mi constancia! Todos han acabado tocándome, acariciándome, besándome…con esos
dedos largos y rechonchos, con esas manos suaves y calientes, con esas bocas
que absorben y muerden. Y lo han conseguido, me han moldeado a su imagen y
semejanza.
-No, saca tu fragilidad de aquí, tú no quieres
saber nada.
Ejercicio práctico para narrativa: ¿cómo comenzarías a narrar tu propia historia?
Abril de 2012
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