Es de noche y duermes tranquilo,
entre los desquicios y los espacios.
Te tomo un instante, para que también
duermas entre nuestros cuerpos y su simetría, que vuelve a repetirse, al fin. ¡Cómo
nos gusta insistir en aquel mes de poca cordura y escondites! Imagina que esta noche vuelvo
y has vuelto. Y mientras no digas nada podré acercarme a tu aliento,
a tu
inconsciencia,
con disimulo,
despacio,
para no molestarte,
para tocarte.
Otra vez eres frágil, cuando te miro
y te pierdes, y te encuentro volátil. Lástima que no conozcas bien el placer de
tu roce, la ternura de tus dientes. Lástima que no intuyas la invasión de tus
brazos y tu cuerpo. Qué suerte que osciles con impecables maneras, que
oscilemos. Suerte que desde tu nuca hasta tu espalda infinita, el conductismo
sea pasajero. Porque adoro, que ya en tus piernas, tus movimientos sean
groseros y adictivos. Sí, tiene que ser ahora, en el límite entre tu tiempo y el mío, ven, follemos...
Esta noche, la luz no nos acusa
demasiado y aguantaremos las horas vivas. No te preocupes por los requiebros que
no se tornaron abrazos, repetiremos la escapada cuando, de nuevo, cometamos descuidos.
Ya estuvimos aquí antes... Se acaba, este instante se acaba, ahora tú despiertas y
yo duermo, entre desquicios y espacios.
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