9 de junio de 2010

Imponer es cosa de locos.


Hoy me he acordado de cosas que ya pasaron de largo, como este paisaje que ya descubrí, y que ya rocé hace tiempo. Recuerdo, y lo primero que se me viene a la mente es su faro. Pienso, para aclararme las ideas: la función de los faros es la de guiar a los barcos en su travesía, para ello poseen una luz intensa que ilumina de forma intermitente su alrededor. Dicen que estas torres sufren de un prototipo de soledad. Y hoy, precisamente hoy, me toca estar sola.

Retomo entonces las vistas de nuestro pequeño paraíso, rodeada de cualquier materia inerte que no tenga ganas de saber cosas sobre mí. Me tumbo frente a la luz, lo prefiero, son manías tontas que me hacen sentir mejor. Esa luz es como una especie de flash que me roza, y que en ocasiones me ciega. A veces es molesto e intento taparme con manos y brazos. Me encojo. Me asomo al resquicio de un suelo que no llega más allá. ¡Ahí viene de nuevo! Intento cogerla y tirarla como sea. Es tan tímida que cada vez que intento acercarme a ella, se escapa. Y me frustro intentando buscar la manera oportuna de retenerla. Cuando se aleja demasiado intento hablar con ella y hacerle entender que necesito tocarla. Pero como negativa obtengo el silencio.

Entonces me doy cuenta que me estoy volviendo completamente loca: cómo voy a coger algo e intentar que se vaya si nunca llegó a estar conmigo.


Granada, (A raíz de un recuerdo de Las Negras)

2 comentarios:

  1. A cabo de empezar a leer tu blog. Sé que hace tiempo que lo tienes abierto, y he empezado por el principio.

    Este texto es, hasta ahora, el que más me ha gustado.

    No te sientas jamás sola, porque nosotros siempre estaremos a tu lado.

    El final del texto ha sido sublime. Me encanta tu forma de escribir. Sigue así!

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  2. Gracias linda, por buscar un huequecito y leer. El final de este texto digamos que es común, le suele ocurrir a muchas personas, a mi también. Chef es todo un honor que me sigas!

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