10 de julio de 2010

¿Buenos días?

Hay mañanas que no deberían existir. Me levanto, y lo primero que hago es plantearme esas “gilipolleces” que pensamos cuando aún estamos medio dormidos: qué he planeado para hoy, qué es lo último que hice antes de quedarme dormida, cuántas horas llevo perdidas en la cama…Y como las “gilipolleces” suelen ser constantes, cada mañana es una copia de la original que, como ya he dicho antes, no debería haber existido.


Hoy no ha sido diferente, me he levantado sin tener ni idea de lo que hacer con mi vida, y como suele ocurrir de vez en cuando, he tenido esa extraña sensación de querer cambiar las cosas. Pero no he hecho nada, como siempre. Me centro en pensar porque es más cómodo. Pienso en historias con patas, que se articulan y desmontan al son de la música y los aplausos. En historias con argumentos casi perfectos que no se sirven de palabras o, sencillamente, de cosas fáciles -de eso ya estoy cansada-. Incluso podría ir más allá y describir a estas historias como conjuntos de movimientos oportunos que flotan entre el ambiente de siempre. ¡Todo parece tan sencillo cuando me limito a pensar!...que al final siempre acabo creyendo que una mañana me levantaré con las fuerzas necesarias para cambiar, pero no a mi, eso ya lo he intentado, sino a cambiar el mundo.


Es curioso que durante los primeros segundos de la mañana nos de por interpretar cosas que ya han sucedido. Pero lo más curioso es que conforme nos despertamos dejamos de recordar. Dejamos de hacerlo por voluntad propia, nadie nos obliga a hacer como si nada hubiera pasado. A veces lo hacemos por miedo, por ser un testarudo o por evitar una melancolía innecesaria. Otras veces lo hacemos por las tres cosas a la vez. El caso es que hoy lo recordé: el silencio que no me dejaba respirar y me ahogaba; todo lo que, obviando detalles inútiles, no había dicho. -Soy una especie de oportunista a la que se le da bien pensar cuando ya es demasiado tarde- Me desmonto. Y me da por reír en lugar de irme de la lengua. Desaparezco. ¿Nos ha pasado que cuando más intentas comportarte acorde a lo que sucede, menos te pareces a lo que fuiste? Vacío. Estoy intentando no acordarme de nada…


Son las once de la mañana, acabo de levantarme y ya estoy hasta las narices de día. Me encantaría ser una revolucionaria y atender a las suplicas de los que esperan el golpe, pero sigo sin fuerzas. Necesito seguir descansando, ya no soy la misma de antes. ¿Cambiar el mundo? Dicen que eso son utopías, sueños para los que no quieren seguir durmiendo...


Granada, (mañanas de unas vacaciones absurdas) Carolina Plata.

1 comentario:

  1. Carol te echo mucho de menos. Quiero hablar contigo pronto.
    El texto me encanta...yo también sueño cada día con cómo puedo cambiar el mundo y ¿SABES? cuando estábamos en Madrid y tú estabas conmigo parecía mucho más fácil hacer qe lo malo fuese diferente...

    Échame de menos!

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