A solas

- Cierra los ojos. Tienes que cerrar los ojos para que funcione. ¿Los tienes cerrados? Sí, ahora aparecerá todo oscuro. Pero fíjate bien, mira. ¿Ves que fácil? Ya hemos llegado. Cerca. ¡Cuidado! No puedes pensar. No puedes pensar en nada si quieres retener este momento. Todavía no. ¡Claro que se puede pensar en nada! Inténtalo, al menos inténtalo. Será complicado al principio… ¡Ya! Ya puedes dejar de pensar en nada. Es cuestión de práctica, sólo tienes que esperar y aprender a materializarlo. Coger un poco de luz de aquí, un poco de color de allí, y una pizca de formas. ¡Ya está, justo a tiempo! Intenta mirarme. Las imágenes no se han ido, todavía siguen aquí. No, tranquila, nunca serán demasiadas. Míralas, como mímesis de algo más grande, más fuerte que las palabras. Como historias sin conciencia. Como pasos de lo que ocurre lejos, donde no podemos estar. Como algo que percibimos y entendemos. Como el deseo inevitable de lo que vendrá. ¡Sofisticada imaginación de locos!

-Es mi turno. No estoy pensando en nada y te veo cada vez más borroso, más débil. Como cuando, primero estamos callados, y luego uno de los dos desaparece. Como cuando jugamos a imaginar e insistimos en que nos vaya bien. Como cuando algo es tan imposible que es, que sencillamente es. Y sí, los veo, amontonados de dos en dos. Intentas convencerme de que las imágenes sacadas de su lugar siguen teniendo sentido en otro, como si de pronto dejasen paso porque no les queda otra opción que apartarse, y no estar. Mírame. Yo sólo te estoy pidiendo que mires, sé que puedes hacerlo. No hay espacio para lo que no se dijo, pero tampoco hay tiempo, ya no queda tiempo, porque hemos sido capaces de materializar el momento, y eso ya nos hace recuerdo. ¡Claro que se puede! No estoy pensando en nada.

Con la mente en blanco.

Carolina Plata.