13 de diciembre de 2011

Desmemoriados

Una mesa cuadrada, azul, de un azul pálido, con patas de metal. No hay mantel, tampoco nos importa. Y llueve a cantaros, fuera y dentro, huele a la tierra empapada de agua y a nosotros ahogados de lluvia. Tú eliges la comida, con esmero, con detenimiento, yo sintetizo mis movimientos y te observo. No hay silencio, has decidido que no va a haber silencio, y hablas de ti. El plano se recompone de un vistazo, aún no hay recuerdos: entonces, ¿somos extraños sin memoria?. Te escucho, aunque a veces me detenga en tus detalles, en tus ojos, en tus manos y tu voz que se convierte en aire escurridizo, y otra vez tus ojos. Es cómodo, este momento es cómodo.

Hueles a antes, miras ahora, quédate.

Las teorías, como impredecibles y agotadores discursos vacíos, no tardaron en aparecer y amarrarse al pecho y la mente. Teorías de incansables que acababan con el principio para evitar el final. Y te decidiste a dedicarme tiempo y espacio, insoportable espacio. Lo aceptamos porque existían historias por contar, tú decidiste dedicármelas, y fueron los silencios los que abocaron al fracaso los guiones, que se hicieron insoportables y silencio.

Escalas cromáticas impregnadas de marrón a negro.

Gritan los reencuentros, el nuestro, el tuyo, y el que fue mío. Tan rápido, tan tímido, que el pánico lo sobrevaloró, lo esclavizó a desaparecer como empezó, y ya está. Contracción, de tu voz, de tu mano. La magia se paraliza, me hablas de felicidad y yo respiro hondo hasta convertirte en borrón, que se prolonga y no se rompe. Mis peticiones inútiles, tus sarcasmos ilógicos, y no hubo cine. Despacio, ábrela, entiéndete, entiéndeme, nunca hubo apartamento en Marbella. Impredecible noviembre, paseamos por las mismas calles, el mismo camino de ida y de vuelta: tú triste, enfadado, perdido, yo atenta, distinta, perdida también.

Nada.

Yo lloraba, tú escuchabas, yo te explicaba, tú me aconsejabas, perfecto cliché. ¿Puedes hacer memoria? Allí estábamos, tan ensimismados que los dientes chocaban con dulzura y las caricias se tropezaban, aquí estamos. Tú, mis canciones, mi descontrolada familia, mi debilitado futuro, nadie, yo. No hay tiempo, sobra el espacio y cuando leas esto te sentirás tan tú que pensarás en mí. Lo he intentado.

Me distraigo cuando noto que las circunstancias y su inmenso peso nos duerme, tú no lo notas, porque respiras a mi lado como pulso indiscreto de nuestro roce, de tus brazos que están en los míos, de tus pies que consiguieron destaparse y tocarme. Sentados, uno al lado del otro, en una mesa azul, de azul pálido, con patas de metal. Me hablas de equilibrio y de tus ganas de llorar. Y ya no llueve, ni siquiera me distraigo, y te miro porque el verde son las teorías, las nuevas teorías de extraños en noches de abril. Estoy, como siempre, pero tú te marchas otra vez, y no habrá más recuerdos, sí memoria. La nuca, está ardiendo y se humedece con tus dedos y con los suyos.

Días para jugar al escondite, para jugar al despiste.

Carolina Plata

2 comentarios:

  1. No hay tiempo, sobra el espacio y cuando leas esto te sentirás tan tú que pensarás en mí. Lo he intentado.

    Lo has logrado. Te lo digo yo en boca de quien sea. Cuidando cada pequeño detalle al máximo, hablando de colores, instantes y de días raros...¡demasiados días raros! Y te sentirás tan tú que pensarán en...TI :)

    ResponderEliminar
  2. ....y no hubo cine.... y eso me pesa cada día a cada instante.

    ResponderEliminar